domingo, 1 de junio de 2008

3 poemas de A.G.O.

1.
A veces tienes partes de infinita tristeza
y quedas en silencio mirando cómo callas,
con las manos marchitas alrededor del mundo.
Entonces, se me hielan el beso y la palabra.
Cuando nos conocimos era todo mentira,
los árboles, las calles, la luz sobre tu cara,
era toda una noche estrellada de orígenes.
Ya no te me pareces a tus ojos en nada.
Ya no amanece el sol por detrás de tu pelo,
ya no bajan los dioses a embadurnarse en tu alma.
Ya no puedo pensarte por encima de todo.
Ya no te digo siempre en la primera palabra.
A veces tienes capas de imparable amargura
y me asomo a tus huesos hundidos en las brasas.
Ya no puedo besarte los labios despoblados.
Ya no te me pareces posiblemente en nada.

Para Chusa... de Aurelio González Ovies
En presente "ne me quite pas /ne me quitte pas..."

por este poema decidí la literatura...
por este poeta y sus versos, la poesía...

2.
Usted seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
al decir que en su cuarto caía una gotera
o que su pobre madre le hacía el bocadillo
siempre de natas con azúcar
-son cosas de la vida-.
Confieso que en mi casa el olor a humedad
era casi entrañable
y todos los domingos se comían garbanzos,
salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
los jerseys con coderas
o no tener un lápiz con enanito arriba.
Confieso que la ropa nos la daban los primos
que ahora son albañiles
y que nuestra familia se rompió por la herencia
de unos metros cuadrados de baldosas con taras
-son cosas de la vida-.
Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
tuve el chupete debajo de la almohada.
Confieso que los míos son personas sencillas:
usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
lavarse bien los dientes,
de una mujer que escribe con mala ortografía,
de unos hermanos fieles como la misma sangre
y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
a las húmedas manos de la melancolía.

Confieso que he nacido donde hubiera elegido
por encima de todo
cada vez que naciera.



3.
Yo también masticaba la cal de las paredes
en las tardes de agosto
y creía que sólo se moría en invierno
y no entendía por qué cada vuelta del mundo
envejecía a mi madre.
Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta
de la puerta
y hacía competiciones de gusanos.
El cielo me parecía una carpa gigante
y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron
como dos libertades.
Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro.
De pequeño, además, yo quería ser gitano
para tener un burro, entre otras muchas cosas,
y caminar descalzo.
Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos
y me gustó el latín no sé por qué motivo
y aquí estoy enseñando lo que a veces no entiendo.
¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,
¿cómo puedo explicar que para que haya historia
hubo que desde siempre ir matando o muriendo?
Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:
y me conformo y callo y voy tirando
y echo de menos mucho la araña de la grieta
y el olor de la cal me es como de familia.
Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,
y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.

de La hora de las gaviotas
de Aurelio González Ovies

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