Su risa me volvía loco, era más fuerte que cien kilos de la mejor droga. Reía con la risa de las diosas que nos hacen olvidar la miseria de las horas que vivimos sin amar. Recuerdo su piel, frágil como el sonido del viento atravesando una tubería. Frío puñal de desiertos sobre rosales plagados de bichos. Lo que desconocía es que no hay nada más sincero que la propia muerte. Quizá se reía de mí. Yo, a cambio, me chuté sus miedos. No hay nada más sincero.
tú hilvanas palabras, yo contesto con poemas... me cae usted muy bien, señorita Vukusic... besos neurótikos, Vara
1 comentario:
No hay nada más sincero que la propia muerte.
Su risa me volvía loco,
era más fuerte que cien kilos de la mejor droga.
Reía con la risa de las diosas
que nos hacen olvidar la miseria de las horas
que vivimos sin amar.
Recuerdo su piel,
frágil como el sonido del viento
atravesando una tubería.
Frío puñal de desiertos
sobre rosales plagados de bichos.
Lo que desconocía
es que no hay nada más sincero
que la propia muerte.
Quizá se reía de mí.
Yo, a cambio, me chuté sus miedos.
No hay nada más sincero.
tú hilvanas palabras, yo contesto con poemas...
me cae usted muy bien, señorita Vukusic...
besos neurótikos,
Vara
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