Louveciennes 11 de junio de 1932
Henry:
Cosas que olvidé contarte: la quena es un instrumento parecido a la flauta que usan los indios de Sudamérica. Está hecho con huesos humanos. Tiene su origen en la adoración de un indio por su amante. Cuando ella murió, el indio hizo una flauta con sus huesos. Tiene un sonido más agudo, más persistente que la flauta ordinaria.
Que te quiero, y que cuando me despierto por las mañanas, utilizo mi inteligencia para descubrir nuevas formas de apreciarte.
Que cuando June regrese te querrá más porque yo te he querido. Hay nuevos brotes en el extremo y punto culminante de tu ya opulenta cabeza.
Que te quiero.
Que te quiero.
Que te quiero.
Me he convertido en una idiota como Gertrude Stein. Eso es lo que el amor hace a las mujeres inteligentes. Ya nunca más pueden escribir cartas.
Anaïs.
30 de agosto de 1932
Henry,
de nuevo voy a decir lo que pienso. No quiero verte en unos cuantos días. Me has pedido cosas que son humanamente intolerables. Me has pedido que me conforme con un amor a medias, y también que te dé mi visión de June para que puedas añadirla a la tuya y escribir tu libro basándote en ambas. Me hubiera gustado darte lo imposible, lo gigantesco, lo inhumano. Creí que podría soportar la llegada de todas esas páginas en las que cada día haces más justicia a sus prodigios. Estás probando mi valor al máximo, como un torturador. ¿Cómo conseguiré salir de esta pesadilla? Sólo dispongo de un suministro de fuerza (humanamente no tengo fuerza), sólo tengo la escritura, y eso es lo que estoy haciendo ahora con una desesperación que nunca podrías concebir. Escribo contra mí misma, contra lo que tú llamas mis imperfecciones, contra la mujer, contra mi humanidad, contra los continentes que están retrocediendo. Pueden suceder dos cosas: dentro de unos cuantos días puedo recuperar el ánimo de nuevo, y tú puedes proseguir con tus interesantes y monstruosos experimentos; o tal vez te envíe una postal desde Estambul. No me vengas a mostrar la inmediatez de tu humanidad. Tras tu humanidad hay siempre un gran calculador.
Es posible que no te mande esta carta. Todavía siento que lo más importante es tu libro, y que no debo perturbar tu trabajo en él. El resto no es más que vida humana.
Anaïs
Henry:
Cosas que olvidé contarte: la quena es un instrumento parecido a la flauta que usan los indios de Sudamérica. Está hecho con huesos humanos. Tiene su origen en la adoración de un indio por su amante. Cuando ella murió, el indio hizo una flauta con sus huesos. Tiene un sonido más agudo, más persistente que la flauta ordinaria.
Que te quiero, y que cuando me despierto por las mañanas, utilizo mi inteligencia para descubrir nuevas formas de apreciarte.
Que cuando June regrese te querrá más porque yo te he querido. Hay nuevos brotes en el extremo y punto culminante de tu ya opulenta cabeza.
Que te quiero.
Que te quiero.
Que te quiero.
Me he convertido en una idiota como Gertrude Stein. Eso es lo que el amor hace a las mujeres inteligentes. Ya nunca más pueden escribir cartas.
Anaïs.
30 de agosto de 1932
Henry,
de nuevo voy a decir lo que pienso. No quiero verte en unos cuantos días. Me has pedido cosas que son humanamente intolerables. Me has pedido que me conforme con un amor a medias, y también que te dé mi visión de June para que puedas añadirla a la tuya y escribir tu libro basándote en ambas. Me hubiera gustado darte lo imposible, lo gigantesco, lo inhumano. Creí que podría soportar la llegada de todas esas páginas en las que cada día haces más justicia a sus prodigios. Estás probando mi valor al máximo, como un torturador. ¿Cómo conseguiré salir de esta pesadilla? Sólo dispongo de un suministro de fuerza (humanamente no tengo fuerza), sólo tengo la escritura, y eso es lo que estoy haciendo ahora con una desesperación que nunca podrías concebir. Escribo contra mí misma, contra lo que tú llamas mis imperfecciones, contra la mujer, contra mi humanidad, contra los continentes que están retrocediendo. Pueden suceder dos cosas: dentro de unos cuantos días puedo recuperar el ánimo de nuevo, y tú puedes proseguir con tus interesantes y monstruosos experimentos; o tal vez te envíe una postal desde Estambul. No me vengas a mostrar la inmediatez de tu humanidad. Tras tu humanidad hay siempre un gran calculador.
Es posible que no te mande esta carta. Todavía siento que lo más importante es tu libro, y que no debo perturbar tu trabajo en él. El resto no es más que vida humana.
Anaïs
2 comentarios:
Al leer esto me da rabia pensar que hace años me deshice de la correspondencia Nin-Miller porque entonces me pareció aburrida. Gracias por hacerme caer en el error. Nos vemos. :)
caer en un error no es demasiado divertido siempre es mejor cambiar de opinión... nin y miller son grandes por separado pero juntos debían de ser la bomba (al menos así parece que fue su historia...). un abrazo, pepe! p.d.: la edición que tengo es de siruela.
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