Miércoles 27 de mayo de 2009
by JOSÉ ÁNGEL BARRUECO
Gasolina para el alma (1)
A estas alturas de la semana los eventos poéticos de los que quiero hablar ya han aparecido en numerosos blogs, páginas web, perfiles y fotografías de Facebook y tal vez hayan sido recogidos visualmente en uno o dos álbumes de Flickr. En esta ocasión voy con retraso. Así que la pregunta es: si ya escribieron unas cuantas personas de este tema, ¿por qué iba a escribir yo, si tal vez no sepa aportar nada nuevo? Y, tras darle vueltas, encuentro por fin una respuesta: para que quede en el papel. Porque, en los tres actos literarios a los que asistí la semana pasada no había, como viene siendo habitual, nadie de la prensa, nadie de la radio, nadie de la televisión (esto hubiera sido un milagro). Los blogs están bien, pero hay gente que sólo le da importancia al papel, al periódico que se vende en los kioscos y se puede leer en las barras de los bares y de los cafés. Debes ponerlo en el papel, me digo. Para que no se pierda.
En esos tres actos se presentó el nuevo poemario de David González, “Loser”, publicado por Bartleby Editores, la editorial que más veces ha apostado por este poeta amigo y hermano. En “Loser” (que significa “Perdedor”, por si queda alguien que no lo sepa) se incluyen un total de treinta poemas y veinticinco ilustraciones de dibujantes, poetas, escritores, diseñadores, fotógrafos, pintores. Hay una ilustración de mi madre, y no lo apunto porque sea mi madre, sino porque así anoto el vínculo zamorano con el libro. Y además David, si nada se tuerce, estará presentando este poemario a finales de junio en Zamora, lo que para mí es un honor. En la primera de las presentaciones estuvimos por Lavapiés, tomando cafés y cañas. Luego fuimos a la Librería Traficantes de Sueños. Poca gente. Sólo amigos, ningún curioso. El movimiento se demuestra andando y apenas hubo movimiento de “fans”. No digo más. Pero un poeta no debe rendirse y, aunque éramos un puñado de colegas, ofreció el recital. Lo presentó el editor, Pepo Paz, que ha añadido a la portada del libro un exquisito color verde manzana que resalta mucho, un color que no es habitual ver en las mesas de novedades de las librerías. Del graffiti que ilustra esa portada es autor el Sr. X.
Pero vayamos con “Loser”, que es de lo que se trata. El viernes por la mañana, un poco pillado de tiempo, lo leí de un tirón. Tenía muchas ganas de hacerlo. Y lo releí el sábado (ya en Zamora, donde fui a pasar menos de treinta y seis o treinta y siete horas), tras volver a casa derrotado de cansancio, a las dos de la madrugada. ¿Y te pusiste a leer a esas horas?, preguntará alguien. Claro que me puse a leer; a releer, mejor dicho. Porque los buenos poemas son gasolina para el alma. Aportan energía, reconfortan e incluso reconcilian a uno con el género humano. Un buen poema me da más fuerzas que un Red Bull. Y, al igual que sucede por ejemplo con los poemas de Déborah Vukušić, Isabel García Mellado o Javier Das (de quienes también hablaré mañana), los poemas de D. G. resuenan en mi cabeza horas después de haberlos leído. Estoy en la barra de un bar, o caminando de noche por una calle solitaria, cuando algunos versos irrumpen en mi memoria. Versos de “Loser” que no logro olvidar: “(…) eché un candado a mis labios y me alejé de la guerra”; “los políticos / estrechan la mano / pero no la dan”; “bailemos por los que no pueden”; “aïsha / aïsha / écoutez-moi // Escúchame: // tú eres la canción // música / para los poetas”. En “Loser” aparece el propio David, pero también desfilan musas, yonquis, mujeres que hablan con las tumbas de sus hombres asesinados, gente en silla de ruedas, malditos y perdedores de corazón limpio. Poemas que no dejan a nadie indiferente.
ESCRITO EN EL VIENTO
Gasolina para el alma (y II)
Memoria de otros recientes recitales poéticos en Madrid y en Fuenlabrada
En la segunda presentación de “Loser”, de David González, en la sucursal de La Casa del Libro de Fuencarral, también presentaron la segunda edición revisada y ampliada del poemario “Guerra de identidad”, de Déborah Vukušić (“mitad gallega y mitad croata”, “abeja con orejas de lobo”), publicado por Baile del Sol. Sobre el escenario, David es el trueno, pero Déborah es el relámpago. Uno sacude, la otra ilumina. Los dos hacen magia con las palabras. Es como si dos boxeadores subieran al ring a ofrecernos un espectáculo que nos noquea. Se adueñan del entorno, dominan las pausas, los silencios, los versos de cierre del poema. Más que leer, interpretan. Actúan. Además, Déborah es actriz, ya hemos hablado de ella y en septiembre, o por ahí, tal vez esté de vuelta en Zamora para el estreno del nuevo corto dirigido por Mario Crespo, “Sin título”, rodado durante un día agotador en la Sala Berlín.
Esta nueva “Guerra de identidad”, que yo tanto admiré y releí el año pasado, no es sólo una edición revisada. Porque incorpora un segundo poemario, una especie de continuación tan buena o mejor que la primera. Se trata del “Cuaderno de batallas”. Sus versos conmueven y duelen: “debo pegarme las cicatrices abiertas”; “dejé a un lado la prisa y el dolor / metí en una maleta lo que cupo / y abandoné mi sombra sobre la cama”; “ni un ápice de amor en la lluvia de este día”; “y me froto un libro / cuando me siento sola”; “los ojos sin fondo de mi padre / después de la guerra”. Los poemas y fotos de dicho “Cuaderno…” son el resultado de esa guerra que la autora mantuvo consigo misma; son las secuelas de la lucha. Déborah y David recitaron sus poemas con rabia y vigor. Y ahí no acabó la cosa, porque al tercer día estuvimos en Fuenlabrada.
En el Mesón Nuevo Canete, cuna de poetas y de músicos. Sobre un escenario que tenía focos y micrófono, con una batería al fondo, recitaron o nos contaron algo: Esteban Gutiérrez Gómez, Antonio Díez, María Jesús Silva, Hasier Larretxea, Gsús Bonilla, Déborah Vukušić, Inma Luna, Luisa Fernández, Marcus Versus, Isabel García Mellado, Javier Das y David González. Sus poemas también fueron combustible para el alma. Confieso que llegué agotado a Fuenlabrada y el espíritu se me reconfortó y el cansancio fue desapareciendo a medida que cada autor salía a incendiar la noche con sus palabras. Ya que, en el mismo acto, se presentaba el primer poemario de Isabel, “Tic Tac, Toc Toc” (título que alude al paso del tiempo y al modo en que éste llama a nuestras puertas), aprovecho para anotar aquí algunos de sus potentes versos: “hijo de puta el tiempo / que no le regresa a mi madre los sueños partidos”; “que no, niña, que no / que a ti lo que te pasa es que no saben quererte”; “quiero ser un lunar
que camina por un cuerpo”; “si esperas una muñeca que no moleste, / yo no soy esa”. O estos de Hasier: “Porque la palabra tiene tanta fuerza como una bala”; “A pesar de que yo muera, / este poemario me sobrevivirá”. O los de Javier Das: “que alguien me explique / cómo rescato su voz, // la echo demasiado de menos”. También los versos de los demás poetas que leyeron, y que no puedo anotar aquí porque no tengo copias. Después de aquella velada, repleta de gente afín, de público amable y de peña reunida gracias a Esteban y su “Ácido Tour” (por la poesía “que irrita las gargantas” y “corroe almas”), nos fuimos a Madrid en el tren de cercanías y luego en metro, y de ahí en coche a Zamora, atravesando una madrugada plena de lluvia, rayos y truenos. Pero la poesía tampoco acabó ahí, pues al día siguiente tomé un café con Tomás Sánchez Santiago, que acaba de publicar su antología “Cómo parar setenta pájaros”.
MIÉRCOLES, MAYO 27, 2009
no sé si vivo en sueño o en vigilia
porque mi guerra está en cada línea que leoen cada nota que escucho
en las ráfagas de murmullos de la ciudad que despierta
me hago la promesa cada día de no olvidar olvidarla
de seguir y poblar el silencio
sólo con mis pensamientos y fuerzas
pero no puedo
soy una mancha de pura cobardía
from: ESCRITO EN EL VIENTO
from: LA OPINIÓN DE ZAMORA
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